miércoles, 16 de noviembre de 2011

No me preocupa nada ni nadie, soy feliz, extremadamente feliz.
Lo único que deseo, es ser capaz de aguantar este estado de extrema felicidad durante mucho más tiempo, alargarla, hacerla irrompible. Como la masa del pan, que se estira, pero llegado el punto extremo, rompe. No me quiero volver loca.
Quiero ser feliz, pero con sentido común.
Quiero seguir disfrutando de la vida como lo he hecho hasta ahora. Quiero seguir teniendo altibajos, no pido la perfección, pido la felicidad. Pero pensando me di cuenta de que eso no se puede pedir, no está en manos de nadie. Solo de uno mismo.
Son muchas las teorías sobre la felicidad… Demasiadas la frase de filósofos sobre las sonrisas y lo feliz que es alguien en ciertos momentos. ¿Cuáles pueden ser esos motivos?
Amor, dinero, salud, buenas noticias, un reencuentro, amistades, exámenes, hermanos o hijos, bodas, y aunque no lo parezca, divorcios…
La felicidad está relacionada con todos los aspectos de la vida, absolutamente todos… Parece mentira que la gente todavía confunda una sonrisa con estar feliz.
Miro por la ventana y pierdo la mirada en un detalle, en un simple punto fijo, que no tiene ningún significado; y de pronto, brotan de mis recuerdos un montón de imágenes, todas ordenadas, todas demasiado nítidas…
Una tarde en el parque con mis padres, a penas con cinco años, lo único que quería era que mi padre me columpiase y con mi pequeña pero no limitada imaginación, soñar despierta con que tocaba el cielo.
De vuelta a la realidad, a la de ahora, al momento de perder la mirada mirando por la ventana; veo reflejada una niña mayor con una sonrisa en la cara, pero no una sonrisa cualquiera. Una sonrisa de felicidad; no es como esas que pones en las fotografías para quedar bien, y que luego nunca quedan bien…
Una sonrisa de verdad, de felicidad, es aquella que brota a tus labios y ella sola hace que una oleada de bienestar recorra tu cuerpo.
Ser feliz es bueno; sonreír, todavía mejor.

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